ESTOY

P

Perdida anduve en este tiempo, luchando siempre con mi yo interno, pero aquí estoy.

Me resulta muy difícil pensar que la primera persona con la que debo entablar múltiples diferencias sea conmigo misma. Nado en un mar de dudas, dichosa balanza que todo lo mide, dichoso equilibrio que debo mantener, me pierdo en mis irreverentes deseos de salirme siempre con la mía (¿cuál de ellas?).

La vida me aturde en muchas ocasiones, a veces creo que es tanta la falacia que se mezcla entre la bruma que ni la pena vale seguir, pero luego sale la impaciente, la voluntariosa, la que decide que hay que luchar, la que me obliga a sobrevivir.

Si hubiese nacido en los mundos de antaño, no me cabe la menor duda que sería la que arrastrase al pueblo contra el dictador enarbolando la bandera y gritando a las masas la obligación de combatir al poderoso, al terrateniente.

Ya creo haberlo dicho en otras ocasiones, ¡no soporto las injusticias! ¡No aguanto la hipocresía! ¡Que asco!

Y dicho esto y tras despotricar durante estos días, ha vuelto en mí, a mi paz interior, al sosiego. Se me refrigera la sesera de tanto y tanto pensar. Estoy paranoica perdida, lo se, si me lees y me entiendes, te mereces un gran beso.

Nos queda un largo camino por recorrer. El ser humano tiene un gran problema: hablamos como eruditos sentados en cualquier sobremesa de cómo van las cosas, de lo mal que lo hacen los demás, nos metemos en berenjenales lingüísticos sin saber ni que opinar, sin unas bases antes urdir, cuando a menores niveles, en los nuestros, los que dominamos, lo hacemos francamente peor.

Primer  craso error: juzgar sin conocer. ¿Primero miraste en ti mismo si lo que haces es lo correcto? ¿Emitiste tu propio juicio de valor? ¿Quiénes somos para juzgar al otro cuando no te haz pronunciado sobre ti mismo? Los hay que si lo han hecho, los que conocen sus limitaciones, los que dan un paso en firme, los que viven y dejan vivir, los que dominan sus defectos y entregan sus virtudes, a esos son a los que hay que seguir.

Segundo error:dar consejos de cómo se deben resolver los problemas ajenos cuando ni siquiera sabemos de que va el tema. Que manía de ser un sabelotodo, de tener el remedio perfecto para cualquier tipo de dolor. La mejor tirita que me han ofrecido nunca es la de aquél que se limitó a escucharme, que dejó que de mí saliesen los demonios y los ángeles a pelearse, que miró con calma como encontré por mi misma la solución y que aún equivocándome en mi elección, siempre me apoyó, nunca me abandonó; pues en su propio recorrido también erró y se encontró.

Podría seguir enumerando tantos errores.......
ESTOY, sigo aquí, sintiéndome cada vez más afortunada del elenco de personajes de los que me voy rodeando, con los que estoy escribiendo mi historia, la historia de mi día a día.
Como en el cuento de hoz, por el camino los voy encontrando, de ellos me voy empapando. No hay mayor tesoro que saber sentir amor.