Comparten mis mimos

16 de octubre de 2013

INTEMPERIE, DE JESÚS CARRASCO. DESENREDANDO EL HILO.




Sigo con mi pequeña colaboración al Club de Lectura dirigido por el profesor Pedro Ojeda desde La Acequia


Y casi comenzando nos tropezamos con esas dos simples frases:

“La estampa del padre, solícito y servil, volvió a su mente en compañía del alguacil. Una escena que, como ninguna otra, provocaba en su cuerpo desórdenes de todo tipo.” (pág. 12)

Nos saltan las alarmas, nos abordan las preguntas, las hipótesis se dibujan, esas suposiciones que nos otorga la perspicacia. Pero no, no adelantemos acontecimientos. Sigamos andando por esos parajes para llegar a las respuestas.

Y volvemos a tropezar en la siguiente piedra:

“El chico conocía bien ese sidecar. Había ido muchas veces en él cubierto con una manta polvorienta.” (pág. 22)

¿Por qué habría de ir agazapado bajo aquella manta? ¡Uf!, el ardid de la mente comienza otra vez a conjeturar… ¡No, no, no! Borremos esa imagen, el sol de los páramos nos está afectando, busquemos una sombra.

¡Pero el chico quiere alejarse cada vez más del padre, del alguacil, y volver con sus puños hechos roca para que este último no pueda someterle nuevamente!

Bueno, calmémonos y como dice el autor, limemos asperezas con la tierra. Avancemos y descubramos esa verdad.

Ahí está, otra vez la insistente duda:

“El recuerdo de la voz del alguacil le rajó los ojos y sintió que era sangre lo que comenzaba a brotar por las rendijas de sus párpados.” (pág. 84)

Podría decirse que nuestra intuición  no difiere mucho de la realidad.  Mucho mal debió hacer ese alguacil para causar esa angustia en el chico. Ya, ya, ya… esperemos al detonante para ser totalmente imparciales. Hasta entonces habremos de seguir tragando polvo de estos eriales.

“… el cabrero terminó de orinar… Cuando se dio la vuelta, el niño apreció la humedad de sus pantalones y cómo, de la bragueta, asomaba rosado su glande. El chico salió corriendo y se perdió en la oscuridad.” (pág. 89)

¿Acaso no creéis que este suceso confirma nuestras sospechas? No se asusta del viejo, se amilana ante la visión que tiene ante sus ojos. Sí, podría ser que estemos en lo cierto, más no quisiéramos.




… que él vivía su oprobio.” (págs. 91-92)

¡Callad! Alguien se acerca. ¿No oís el ruido del motor? ¿Dónde? ¿Dónde nos metemos?

Temerosos observamos la escena desde más allá de las letras. ¡Dios! ¡Está aquí! ¡El alguacil y sus secuaces!

(Pág. 96)



Arrogante, ejerciendo, ¡cómo no!, ese abuso de poder.

Casi podemos palpar el miedo, la angustia, la impotencia…

¿Qué hace? ¡No! ¡Quiere prender fuego! ¡El chico! ¡Debemos avisarle!

Humo… calor… no hay aire… ya no podemos respirar… cadencia en la llanura… esa tenue luz de la luna…

¡Está vivo! ¡El chico está vivo! ¡Oh, ha caído el viejo! ¿Está muerto? ¡No tiene pulso, pero respira! El chico es listo.

Luz, ya es mañana. El viejo fustigado, el hedor de los cuerpos degollados, una imagen dantesca… y el macho flotando en el agua con la tripa abierta…


Por hoy no podemos más, vayamos a descansar. Mañana seguiremos buscando respuestas.

8 comentarios:

Bee Borjas dijo...

Muy bueno, Mimi!!! Me lo llevo. Es notable como resaltan enseguida las buenas letras. Me parece genial esta propuesta tuya. Eres una reina!!!
Besos miles, linda mujer!

De barro y luz dijo...

Me encantó, pero es duro. Me recordó un poco a Pascual Duarte.

Bss

Paco Cuesta dijo...

Las claves que señalas dejan entrever el motivo de la huida pero también la incertidumbre.
Besos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente tu manera de abordar la causa inicial de la marcha del niño: analizas y das los datos exactos que contribuyen a la comprensión de lo que el autor trata en elipsis. Gracias por este aporte que, no sé por qué, se me pasó incorporar a mi entrada de ayer. Lo hago ahora mismo, pidiéndote disculpas por la omisión. Te doy las gracias por avisarme.
Besos.

LA ZARZAMORA dijo...

Excelente aporte.
Cuando lo leí sentí algo similar.
Dentro de un universo atemporal, cargado de violencia, odios y sequías la piel de un niño se abre como la tierra dejando heridas abiertas, grietas que ningún futuro podrá ya cerrar.

Besazo.

Abejita de la Vega dijo...

Así es, hay momentos en que se le revuelven los demonios del pasado. Reacciona como el gato escaldado que del agua fría huye.

Has señalado un párrafo clave, el miedo del niño y también el del cabrero. Odiosa visita la que hacen al castillo. Esa cabeza del macho cabrío infectando el agua, ay.

Cuídate, Mimosa.

Besos, seguimos a la intemperie.

Ele Bergón dijo...


Cuando por fin el autor va desvelando el porqué de la huida del niño, lo comprendes todo mejor y se va haciendo la claridad. Con este pasaje me quedé impactada, ni tan siquiera lo había sospechado.

Buen trabajo

Un abrazo

Luz

Nómada planetario dijo...

Suena fuerte como el viento frío en la meseta. La forma de escribir se ciñe a frases breves, genera más imaginación que las letras impresas.
Saludos.

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