Desde que estallara esta crisis que
asola nuestro país, no sólo se ha generado una constante destrucción del
empleo, sino que se ha manifestado una aplastante depresión demográfica,
particularmente, por la cantidad de nuestros jóvenes que han tenido que salir a
otros países a buscar un puesto de trabajo que, entre otras cosas, impide
sostener el “Estado de Bienestar”. Ese modelo público al que tan apaciblemente
estábamos acostumbrados.
Por un lado se van multiplicando los
“afiliados” al desempleo, y por otro va creciendo el número de pensionistas.
¿Cómo se traduce por tanto este desajuste?
No tenemos el número suficiente de
jóvenes y niños que son necesarios para seguir conservando el sistema actual de
pensiones, para mantener esa “sostenibilidad” de nuestra sanidad pública, del
sistema educativo y de tantas otras prestaciones públicas que durante tantos
años se han venido instaurando.
¿Y cómo repercute en los que aquí
seguimos intentando sustentar esta estructura, dado que no existe una
proporcionalidad entre las contribuciones al sistema y las prestaciones que
esperamos del mismo?
En los últimos años, se nos ha
sometido a una austeridad en aras de salvar los últimos cartuchos que no fueron
prendidos para festejar aquellos yacimientos de riqueza que pensaron no
tendrían fin.
Por todos es sabido los años de
bonanza que en un pasado no muy lejano vivimos, donde el manejo de la
especulación por parte de la banca y respaldada por las políticas públicas hizo
su agosto, y dónde la gran mayoría cayó en el inmenso socavón abierto, por esa
ambición nada parca de atesorar “plata” y vivir mejor, en la absurda creencia
que el vivir mejor era sinónimo de tener más, y sin entrar en diatribas que no
nos llevan a ningún lado, seguimos inmersos en este ciclo involutivo que cada
vez degenera más y más.
¿Acaso, y aun teniendo que lidiar con
esta “austeridad” impuesta, no siguen teniendo las instituciones financieras
carta blanca para hacer y deshacer a diestro y siniestro?
¿No sigue favorecida esa clase
política que alentó y avaló ese círculo de poder que hizo tambalear a estos
llamados “gobiernos democráticos”, casi hasta el punto de la ingobernabilidad
arrastrados por suculentos golpes de mercado donde no sólo se especulaba con
capitales, sectores inmobiliarios, alimentos básicos, etc, sino que hasta las
deudas que mantenían los países entre sí entraron a formar parte de este juego
quedando a manos del mejor postor?
¿En qué lugar se encuentra nuestra
economía que nos empuja a plantearnos juicios de valor y posturas eclécticas
ante ella?
¿Por qué se acrecienta este abismo
entre las clases sociales? Por un lado quedan los asalariados “mileuristas”,
dentro de los cuales queda ya casi extinguida aquella conocida clase media emergente
de los años setenta y ochenta, que mantenía el dinamismo en los mercados dado
su poder adquisitivo, la cual ha quedado prácticamente proletarizada y vive
gracias a los “low cost”, y en el otro extremo, los acuadalados, que supieron
estar a verlas venir y sacaron la mayor de las tajadas y que ahora manejan el
sector privado, rentabilizando ese consumo de lujo que contrarresta con la
situación que la gran mayoría vive. Y frente a todos ellos están esos que nos
miran desde sus atriles, donde apoyan sus discursos llenos de falacias, que
parecen no saber por dónde atajar la situación en la que el país está
enfrascado.
Es evidente que ese “Estado de
bienestar” está condenado a morir en un futuro venidero si no es que ha muerto
ya.
Nos dejamos arrastrar sutilmente hacia
ese “neoliberalismo” que apoya los mercados abiertos, la privatización, la
minimización del papel del Estado… ¿Y ahora qué?
Es imprescindible un cambio de la
lógica aplicada, de una correcta planificación e iniciativa del Estado, donde
se abogue por un equilibrio macroeconómico capaz de ajustar armónicamente los
flujos entre la oferta y la demanda, dando un funcionamiento real al conjunto
económico equilibrando los precios que influyen indiscutiblemente sobre la tasa
de salario nominal.
Un Estado calificado que aplique una
correcta disciplina fiscal para realzar un crecimiento sano y sostenible,
recuperando el control de los recursos necesarios para luego adaptarlos
eficientemente en la mejora de servicios que como Estado debe dar, sean la
seguridad, la justicia, la educación, la salud…
¿Tenemos ese Estado? Yo diría que no.
Llevamos décadas navegando en un bipartidismo donde la derecha sabe discutir y
alimentar los oídos a los ciudadanos sobre esos temas que creen preocuparlos, y
la izquierda, se encamina a la consecución de los recursos para paliar esos
déficit creados sin la consecuente eficacia tan necesaria de la que anteriormente
aquí hablo. Se ha convertido en una lucha de titanes en las que han dejado al
margen lo verdaderamente importante, el pueblo
que les dio su confianza y que tantas veces ha sido traicionado.
Es acuciante ese liderazgo que sepa
unificar el desarrollo, la creatividad, la innovación, el emprendimiento, las
reformas estructurales necesarias, que haga un correcto saneamiento de las
cuentas públicas y que una vez hecho, proclame la continuidad y fortalezca las
bases de ese crecimiento. Ineludible será un esfuerzo colectivo, una única
conciencia para acabar con este desgaste al que hemos sido sometidos, creando
los cimientos de un auténtico sistema democrático. El ciudadano debe volver a
tomar las riendas de su vida y acabar con este deterioro social.
Demasiados frentes en que pensar… ¿No
vinieron en su día las repúblicas a proclamar y afirmar que todos somos
iguales?
¿Acaso no tiene el hombre recursos
suficientes para crear un mundo mejor? ¿No es posible el cambio? ¿Cabe la posibilidad de un sueño
colectivo o es cierto que la humanidad está enloquecida y no hay tiempo para
soñarlo?
El peor enemigo del hombre no es el
propio hombre, sino el miedo a enfrentarse al cambio.
8 comentarios:
Y por si nos faltaba poco, ahora tenemos que estar pendiente de lo que pase en EE.UU. de aquí al día 17. Lo que ya experimentamos, puede ser una "simple demo" comparado con lo que nos puede caer encima, si el conflicto que tienen con la ampliación del "techo de gasto" no se resuelve.
Mejor nos pillamos una parcelita, lejos de los ojos del SEPRONA, y nos plantamos unas papitas y unas lechuguitas para el autoconsumo.
Para mantener la sostenibilidad de la sanidad pública, de la educación , de las pensiones... habría que empezar en primer lugar por imputar y condenar de una maldita vez a todos los políticos y allegados que durante tantos años nos has estado robando a espuertas, y hacer que devolvieran todo el dinero robado, así como inhabilitarlos de por vida para cualquier cargo público. En una palabra, que la justicia en este país no funcionara solo para unos —los que roban unas latas de comida para poder echarse algo al estómago—, sino para todos por igual.
En segundo lugar habría que suprimir de un plumazo todas esas pensiones vitalicias que tienen los políticos simple y llanamente por haberse sentado durante unos años en uno de los escaños del parlamento, y digo sentarse porque creo que la mayoría de las veces lo único que hacen es calentar el asiento, o echar la siesta, jugar a apalabrados... todo menos política.
Otra medida a tomar sería suprimir el senado. ¡Lo que nos íbamos a ahorrar con eso!
Y qué decir de las subvenciones a la Iglesia y los privilegios fiscales que goza. ¿Cuántos millones se van en esos menesteres? ¡Anda que no habría para pagar unos cuantos sueldos con todo ese dinero.
La austeridad nos la imponen, sí, pero no veo yo que se la impongan a ellos, que se siguen subiendo los sueldos cuando a otros se los reducen o se los congelan, y lo que eran mileuristas, o engrosan las filas del paro o ni siquiera llegan ya a mileuristas.
Por supuesto que es imprescindible un cambio, pero mientras en las urnas no se consiga dar un giro radical va a ser muy difícil esa correcta planificación de la que hablas.
Muy interesantes las reflexiones que haces.
Un beso, Mimosa
En el pueblo, sufridor soberano debe estar la solución, podría ser que no seamos capaces de encontrarla.
Besos.
En algún momento de mi vida , me ofrecieron un cargo político, que sin dudar rechacé. Ahora si me dieran la oportunidad , ¡A ti sí te votaría!
Besos
todo llama a la rebeldía con alegría, mejor poetizar que politizar...la única vía es una revolución, que empiece por el cambio de mentalidad social.
Amén!!!...todos lo tenemos muy claro, no hay que ser muy inteligente para saber qué hay que cambiar y cómo...lo hablamos cada día y en cualquier lugar, entonces por qué no se hace???
Será quizás que hemos puesto a los zorros a cuidar del gallinero???...aaaamiga!!!
Un gran abrazo, fiera...has realizado una gran entrada, enhorabuena...y ya sabes, " cambia tus pensamientos y cambiará tu mundo"!!! ;)
Nota.- muchas gracias por tus amables palabras!!!
Acompaño y comparto tus razonamientos.
Pero el futuro dependerá de nuestras acciones. Al menos, debemos luchar para que así sea y recuperar lo que nos han quitado en estos tiempos quizá porque no estábamos acostumbrados a defendernos.
Estoy convencida que de no actuar, y rápido, nos van a comer vivos por todos los frentes.
No entiendo este inmovilismo.
Besos, mi niña.
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